FRONTERA SUR

Aullido, de Jorge Cid

(Cañete, 1986)







He visto a las mejores autómatas
destruirse ante el infierno de una
negación.
Sin jugar a los encubrimientos:
yo ahora escribo
desde la ruina.
Porque mi mano aventuró
otro tacto que me supo a vida nueva
y no fue sino solo un enigma de la
caducidad.

La fechas de esa borrachera
fueron faustas
porque no habrá pérdida de conciencia
tan cercana a la continuidad
como la venida tras libar el alcohol
que esa piel destilaba.

Quise esa borrachera todo el tiempo
y si creí en algo extraterreno
fue para pedir
la vigésima quinta hora donde habitar con
esa sombra
el infinito.

No tuvimos reparo en gemir como
perros.
Era también parte del encantamiento
un ir en otro roles, pero cuando ahora
por ti me sale un aullar por la carne,
me pudro en esta condición
y soy un perro cuya hambre
no perdona al mundo.

Gozamos la noria hasta más allá que
chillara.
Gozamos en ese rin sin importar quien
gobernara
porque la ecuación dominante dominado
en el tálamo no era oposición
sino juego de comunes uniones.

En la oscuridad de mi estado
mi mano palmotea torpe en la incerteza,
da secretos golpes contra sí,
como un reflejo que subsiste,
como un eco que persiste más allá de la
existencia de un grito,
como un placebo
que logra la ilusión de vida.

Juegos de color y efectos de sombra
de tales elementos se constituye la
realidad,
pero desde mi voz
sufro el daltonismo del abandono
y el tanto peor espasmo de la ceguera.
¡No tengo la realidad!

Mi sitio es el sitio de donde vine,
una materia deshonesta que se quiere
dignar de sí,
pero que es analfabeta
y no halla palabras para serse.

Te aúllo
y sé que no oyes
porque este aúllo se ha vuelto
imperceptible
encerrado en su intensidad
como una secreta estrella
que muere virgen
en la víspera de su hoyo negro.










En revista Litterae nº14, 2008









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