FRONTERA SUR

Las mujeres y la lluvia, de Liliana Ancalao

(Comodoro Rivadavia, Argentina, 1961)










cuando niñas vamos sueltas por el patio
y el sol nos persigue de a caballo
pero la luna implacable nos va dejando sus mareas
hasta que nos desvela
y esa noche encontramos
un cántaro
en lugar de la cintura



aprendices de machi las mujeres

nacemos así al rocío
listas para mirar los barcos que se pierden
descalzas a la neblina antes de que amanezca
nervaduras de lluvia nuestras manos
levantadas al cielo


te salpicará el amor
parirás sin amarras
y recibirás con ojos arrasados
la visita intermitente de la risa
permanecerá la llovizna en tu vientre
porque no te atreverás a ser la madre
de todos los desamparos
que andan por la calle



caudal desubicado te desarmará

en pájaros que no saben hablar
a borbotones no podrás decir lo que quisieras
mejor dejarlo que se derrame despacio
decir
permiso tengo lluvia y alejarse
a una altura al mar al cielo
hasta que vuelvan a apretarse los musgos
en las profundidades


yo conozco mujeres que nunca se alejan
le abren la compuerta a sus gorriones
y lloran
enjuagan el trapo mojado lo estrujan
limpian con él la tabla y lloran
pican cebollas y más lloran
igual hacen las camas
barren la casa peinan a los chicos
igual lavan
dónde aprendieron



hay otras que se pasan la vida domesticando

a sus pájaros
porque no quieren que irrumpan sin aviso
y los beba el enemigo
guardan su sangre su ausencia quietos en el fondo
y apuntan con palabras nítidas de cuarzo
que van a dar al blanco


yo a las palabras las pienso
y las rescato del moho que me enturbia
cada vez puedo salvar menos
y las protejo
son la leña prendida de atahualpa
que quisiera entregar a esas mujeres
las derramadas las que atajan sus pájaros
a cambio de un abrazo



una vez en febrero yo estaba ahí

en el campo
y se llovía todo
parecía la furia de cai cai sobre nosotros
el agua estaba helada
las ancianas prosiguieron el ritual
y tuve que quedarme
hasta cuándo aguantaremos
pará la lluvia dios es demasiada
no la bebe la tierra se atraganta
y somos casi nada
trazos de tiza borrados por el agua


después de unos siglos el sol abrió las nubes
la voz gastada de meridiana epulef
levantó el taill del cauelo



pensé que dios podía ser ese arco iris
o los caballos en fila
moro zaino pangaré tostado bayo
saludando al horizonte despejado



huele tan bien la tierra después del aguacero
















En www.loscantosocultos.cl









1 comentario:

Cleme dijo...

Recio poema, de vocales abiertas, el de esta machi de origen transandino.
Todos los elementos de la suralidad dando vueltas por las estrofas (con tres de ellas menos, el poema sería aún más potente)
Y aún quedaría materia para tributar a la pajarería.

"..decir
permiso tengo lluvia y alejarse.." qué buen giro éste de Liliana.

O este otro:
"..pará la lluvia dios es demasiada
no la bebe la tierra se atraganta
y somos casi nada
trazos de tiza borrados por el agua
"

Conciencia plena del oficio en:
"yo a las palabras las pienso
y las rescato del moho que me enturbia."

El poema, que se nos viene encima como un chaparrón, cierra con fina pertinencia:
"...huele tan bien la tierra después del aguacero."

Poeta de firme consistencia espiritual e intelecto práctico. Insurrecta con la tradición de su género, Ancalao expande el registro femenino, usando la portentosa energía de la matriz al servicio de la palabra que nos eleva.