FRONTERA SUR

Cuando un hombre y una mujer se separan, de Naín Nómez

(Talca, 1944)





a Enrique Molina con paráfrasis


Cuando un hombre y una mujer se separan,
los acantilados de la evocación se hacen más profundos
y una grieta crece inexorablemente en los amaneceres

hay ruidos de maletas cerrándose, de llaves
enmohecidas en los armarios
y un silencio de espesas claves
se atrofia en las comidas
con los gestos habituales de los comensales
transformados en mera leyenda,
incluyendo maquinaciones perversas,
gritos de espanto detrás de las puertas
o cacerías a medianoche
con la injuria a punto de estallar


Cuando un hombre y una mujer se separan,
hay un sitio ilusorio al que no se llegó nunca
y gente circulando de un espejo a otro,
saliendo y bajando retinas:
la pieza de un hotel, el tren fantasma, cementerios
de voces que quisieron ser diálogo
y un desastre impreciso que se va calculando
por semanas y días, en que todo termina
ya sin puerto ni viaje ni ensenada, un puro piélago
de sombras donde antes fue el furor

Cuando un hombre y una mujer se separan,
quedan los libros sueltos vagando
por el éter, las ropas desgajadas
de los huesos, las cicatrices abiertas
y todos los gestos abriéndose en el aire
como vagas promesas incumplidas; queda una angustia
que retorna siempre en el mismo barco,
los sonidos lejanos de la fiesta,
una lenta pudrición de los sentimientos
El paraíso, el relámpago humano, el aliento
tremolante de la furia,
se nos escapa,
cuando un hombre y una mujer
que se han amado llenos de asombro,
iluminados con sus agravios y sus cóleras,
desgarrados por la vehemencia del verano,
se abren en todas direcciones
y desplegando sus alas
matan el recuerdo

y se separan.










En revista Simpson Siete, 1994.







Fotografía: Yamasaki Ko-Ji










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