No miro tu pubis
ni tus muslos
ni tu frente azul.
¡Miro el borde de tu cintura!
Tu movimiento de hembra universal
tu insaciable lujuria
blanca y espumosa recorriendo tus senos
una fotografía de tu silencio
de tu murmullo
del estrépito de la orla que sacude el viento.
Hoy en tu orilla no existe la melancolía
sólo la rotunda hermosura de tu cuerpo
cautivo entre moléculas de agua
donde te levantas siempre virgen
y tu cara la veo venir una y otra vez
majestuosa y alegre en busca de mis ojos.
Desde la lejanía elevas tu voluntad
tu placer infinito
tu canto antiguo
que me acompaña en mi alcoba
caracola que hablas al oído.
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