no se pinta los labios, habla despacito
y en los salones tiene cuidado de sentarse
porque la paz del mundo
que no envía a nadie
porque no es propio de ella,
contar a otros, que en sus rezos olvida
algunos mandamientos.
La mujer del César se confiesa los domingos
La mujer del César se confiesa los domingos
porque durante la semana,
en secreto,
ni se envanece en los espejos.
Ella cultiva amapolas encendidas
en un jardín oculto donde no es necesario
4 comentarios:
Hermoso, gracias por tu poesía...
Buena la Elizabeth!
Saludos por Tomé, Andreita
:)
Excelente poesía por estos lares, como de costumbre.
Me gusta.
Gracias Viviana por pasar por mi espacio -siempre en vías de sureña destrucción- y darte el tiempo de leer mis modestos garabatos en forma de poema.
Te devuelvo el abrazo, con un rumor de hielos.
Llego a es este blog desde el de Pedro Montealegre y me parece excelente lugar de reunión de poesía sureña.
La mujer del César, tan cercana
y sofisticada, tan sencilla y distante, me toca el hombro y
pide escucha. Levemente. Leve.
Lo iré siguiendo,
Un abrazo grande
Víktor
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