FRONTERA SUR

Tumba pampa abierta, de Christian Formoso

(Punta Arenas, 1971)









Sobre la seca sobra amarilla se ha apagado la luz de un
faro perdido, y la partidura de un cabello se ha revelado
para abrir su sincronía inconclusa, el alero de una estancia
desaparecida bajo los gritos de jornales transparentes
la faena descubierta sobre el pastizal inflamado de
quietud. Los barcos que continúan cayendo desde el
fondo de una copa enquistada y salobre, las tropillas
seguidas por el camión de la sequía, los alambres de púa
tendidos con sus semillas lentas entrando desde el fondo
de la tierra, un piar acongojado de viejos incendios
repetidos en versiones menos acabadas. Sobre
la sobra seca se abre una floración reproducida
con banderas enjutas que aún arden
bajo la mentira piadosa de la nieve, bajo lo real piadoso
de la escarcha establecida, vaciada de significado. Zancadas
parecen esas sobras que suben sobre el desvelo
lanzado, bajo la cabellera de un infinito que limita
con el tropiezo y el tartamudeo, que escapa
de la boca, de la distancia agitada, como un paseo sin
ramas, vacío frente a las cejas que coronan un amarillo
que parejo se extiende sobre un lienzo quemado, y sobre eso
hay toros negros y rebaños interminables de ovejas
esquiladas, y perros y ovejeros muertos
que amansan al caballo amarillo
que montan a la distancia, y el caballo negro
que se les va como pagado por el arroyo seco
en verano, la laguna que en primavera es un oasis
para los pájaros, el flamenco que hace del amarillo
parte de su año. De todo como un pez escurridizo
no hay más que la imprecisión y la sangría de estas
revelaciones, la callada articulación de las piezas
de engranaje que se esparcen entre lenguas y nombres
espinosos, a la orilla de un camino atado
al alquitrán, y la engañosa sensación de reverdecimiento
al final de la curva de la muerte. Frente al Cerro del
Cazador, un cementerio avisa lo que sigue: un par
de cruces sin nombre sobre el piar amarillo de un faro
distante tanto del día como de la montaña, en medio
de una pampa sin orillas. Y olas de pasto movidas
por el viento. Barco ninguno a la deriva, hombre
ninguno cayendo al agua, sino a la tierra. Poema
sin comas, con rima, a medio terminar.







En El cementerio más hermoso de Chile, 2008








Imagen: Marta Aguilera

3 comentarios:

Miguel Eduardo Bórquez dijo...

Maraviloso poema de un libro igualmente maravilloso.

Vivi Geeregat dijo...

Miguel estimado, andaba buscando unas fotos tuyas de esas de pampas patagónicas para acompañar el poema y ya no tenías :(


Reciba mi abrazo y saludo hasta ese otro sur!

Tremendo que es Formoso

Miguel Eduardo Bórquez dijo...

Así es Vivi, paranoicamente emprendí mi escapada del facebook, no así de la blogosfera.

Cariñosos saludos para ti!