Cuando caen los primeros rayos del día
en el humilde huerto de la memoria,
se trata de descubrir el cuerpo del tiempo
en la profundidad de la sangre y del silencio.
Pero sólo es sabio quien se conoce a sí mismo,
porque forja su alma en la claridad del pensamiento.
El que descubre su existencia a través del dolor,
saber apreciar los sueños y alegrías de los demás.
Es dueño de su ser el que vive de los sueños.
De las palabras que saben la historia del espejo.
Del amor y la muerte que invade todo instante.
Él puede caminar libre como las nubes en el horizonte.
En Revista AtlánticaPoesía nº 23, 2001. España
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