Un comienzo glorioso: laureles
para Apolo.
Llevé esa corona
durante semanas, y no me jacté
de otra noche en tu automóvil, secreta
brumosa, como el ánimo que encoge
todavía el corazón.
todavía el corazón.
Una tarde
de campo recuerdo: en el prado
se habló sobre dioses y drogas
(confesabas -distraída- a tus amigas)
y un fin de semana que fuimos hermosos
en los usos del amor, bajo unos pinos
oxidados por el mar.
De esta manera
fundamos nuestro idilio, sobre mitos
que cedieron a su peso:
era el año del perro
y nos mordió en los talones. Resaca
feroz en las orillas del deseo
nos dejamos arrastrar hasta el naufragio
constelado, sin arrugas, en la piel.
Cortaste tus cabellos y acordamos
Cortaste tus cabellos y acordamos
un adiós inteligente, por teléfono.
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