que dejaron sus amantes
en la horca para pasar una breve temporada
en el infierno,
y los recogieron como una cosecha
irremediable
llorándoles breves domingos
llevándoles algunas flores de segunda mano
ya usadas en otros funerales
y cortejos aún más frescos
llegando a la fiesta
llenas de lutos rojos y coronas
SEAN PERPETUAMENTE PERDONADAS
que esperaron de pie
dar a luz un pedazo de algo,
de musgo, de mano o dedo útil,
de pared humana, de benéfico rocío
inspiradas en el frenético deseo
de proyectarse o eternizarse
en nombre del hastío
la pereza
y la esperanza
RECIBAN NUESTRA GRATITUD
desnudas
en paños menores o mayores
que allegaron sus agujeros
al mejor postor
y se sentaron a esperar, clausurando
todas las ventanas y quedaron
sin sonrisa, sin una puerta de escape
dormidas, azules, entumidas, tiritando, despiertas
SEAN PERPETUAMENTE BENDECIDAS
que en su sexo como un cráter
escucharon zumbar la tierra
y los hirvientes huesos
del hombre
bajo la entraña terrestre
y abrieron las piernas
en nombre de la perpetuidad
de la especie, y por último
parieron a desgano hijo tras hijo
y fueron abrumadas con el peso del
universo que se licuó en el alma,
que les apuró los huesos, que se
les quebró quemándolos hasta que
un filo hilo rabioso circuló por sus
rostros y giró y giró hasta envejecerlas
para siempre como espejo roto.
AQUELLAS
que agujerearon el sol
y lo recalentaron
en los braseros miserables
en las completas noches de invierno
y después vendieron gratis
la ilusa costra de su desvencijado
firmamento.
y la cocinera de tránsito
y el soldado de paso
y la urgente doméstica,
los marchitos banqueros,
los derivados carteros,
los persuadidos industriales,
los flotantes hombres de negocios,
el oblicuo gerente, en resumen
la gigantesca ávida muchedumbre
todos cuantos dejaron de servir
y sirvieron de puente para algo.
Ahora duermen en paz
y miran extraviados
el alba: se visten
con un leve atraso
y cada uno partirá
para su lado.
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