FRONTERA SUR

La encrucijada de las voces, de Marcial Colín Lincolao

(Eltume-Villarrica, 1970)












Cuando descubrí

el color de mis ríos en tus ojos,
las costumbres
estremecieron la tierra por estar encadenadas
y las palabras prestadas
enmudecieron para que el silencio hablara entre nosotros.
Te dejaste querer callando las distancias,
tus sueños se cubrieron con mi noche
y tus cabellos se ondularon en la brisa
de un suspiro que pronunciaba tu nombre.
Pero el silencio -que hablaba entre nosotros-
se rompió en la encrucijada de las voces
y me hice náufrago entre vientos
y palabras y sonidos monocordes
esperando que un encantador de recuerdos
me volviera a los caminos desandados.




"En el mar no hay direcciones obligadas",

me dijo un viejo navegante.
"Pero en la orilla de las bestias
hay buenos puertos en donde se bebe vino
y café con aguardiente.
Busca la taberna en donde está escrito tu nombre
y escribe versos en las carnes abiertas de una hembra joven.
Ese es el destino de los que escucharon su silencio"




Así partí a buscar tus ojos

en los espejismos rotos
de islas con caderas de arena
y esqueletos de hombres asesinados
que murmuraban cuentos
en las tardes de olvido,
para escribir versos
en hojas deshojadas y tintas
a tu nombre y a tus ojos tristes.
Y en cada botella vacía de vino y encanto
enviaba mis poemas
en las alas quebradas de gaviotas celestes,
a las olas de mares lejanos
para que hombres belicosos las leyeran en voz alta
y escucharan tu nombre
en el eco de un trueno
o en la agonía
de una gota de lluvia
que muere entre las rocas.




Pero mis versos los encontraron marinos borrachos y cansados

de dejar huellas en lagunas azules y verdes como tus ojos,
aburridos de besar putas en caserones antiguos
y de buscar tesoros escondidos,
aburridos de taparse los oídos con cera barata
para no escuchar las voces de mercaderes fantasiosos de nostagias
y la risa de doncellas
vestidas con espuma de mar contaminado.
Y así me voy
ebrio de oraciones
al puerto de mi amigo
a preguntar por el que buscaba tus ojos
y en el bar de cuatro letras
un letrero tatuado a fuego en la madera:
"el vino que se bebe
siempre se paga".




Rostros trizados,

humo de tabaco y hierba buena,
paredes viejas, naúfragos de mar y
amores inconclusos, mujeres cesantes de pasiones,
bebedores, albañiles, carpinteros
y constructores de botes, remeros, rameras,
filibusteros cojos, cantineros,
ratas,
serpientes, almas de poetas difuntos,
gatos y gatas,
todos,
perdidas sus miradas en mis poemas
y traduciendo tu nombre
a los idiomas que en el silencio del licor se aprenden.
Entonces descubrí que las leyendas nacieron
porque hice versos a tus ojos verdes
escondidos en botellas vacías de vino y encanto
en las sombras del verano,
en la desflorada primavera
y en el sonido de las hojas secas del otoño.
Pero el recuerdo que se encargue del olvido
y el olvido se quede en estas letras.












En La memoria iluminada:poesía mapuche contemporánea, 2007.












Fotografía: Bill Brandt. East Sussex, 1957.





1 comentario:

CARILINDA dijo...

MARCIAL ES UN GRANDE!! TUVE EL HONOR, EL INMENSO PLACER DE CONOCERLO PERSONALMENTE, UNA PERSONA INTEGRA, MUY PERCEPTIVA, MUY INTELIGENTE, MUY SER HUMANO...
SUS POEMAS SON BELLISIMOS, SOLO SUPERADOS POR SU INMENSO CORAZÓN..
ROHAYHU MARCIAL!!

LIZ BOGADO
PARAGUAY