Ciudad que fue, Imperial, la lejana,
de bosques y de trigos coronada,
batida por el puelche,
acariciada
por el cantar del río,
flauta de verde música y de plata.
Estremecida
por el galope ronco de caballos,
por la lenta salmodia de los indios,
por el rumor de la selva araucana:
fragancia y canto,
oscuridad y llama.
El río va arrastrando la noche de tus sueños,
tus sombras legendarias.
Don Alonso de Ercilla desenvaina su espada
y su corcel manchado de súbito relámpago,
atraviesa la noche
como una sementera desplegada.
Suena el grito guerrero de la indiada,
estallan las hogueras
y las pisadas de los pies descalzos
vibran con el fragor de una resaca.
Sur indómito y dulce,
cuna de los trigales,
el corazón del viento
te entrega sus secretos.
Te rodea la lluvia con sus cortinas frágiles,
te ciñen las estrellas
inmensas, extasiadas.
Vuelvo a mirarte,
te contemplo en sueños,
entre voces lejanas,
y cruzo tus caminos
al lado de mi padre,
desentraño tu selva
y en su pura fragancia
como en un mar oscuro me sumerjo,
para volver al sol,
al aire de mi infancia.
En La ciudad que fue, 1965
Carahue: ciudad que fue, de Eliana Navarro
(Valparaíso, 1920- Santiago, 2006)
A la memoria de mi amigo Waldo Muñoz
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario