Y cuando la hora repentina
de la costumbre
y la desdicha
rompe como ola o muerto
la paz de la tarde,
y separa la vida
en antes y después de esta hora,
como sepulcro o testigo,
como arañando la espalda
o la tierra,
quisiera diluirme
en el suelo,
en la sombra,
en el río de las latitudes
plenas y apartadas
de esta hora que rompe;
y cuando sucede lo súbito;
y las vidas recuerdan
el peso de la hora
como invisible mundo
en el hombro,
en la interminable columna
o vértebra
de los días postreros y anteriores,
algo se duerme
y algo se tumba,
y las vidas recuerdan
el peso de esta hora
como si hablaran,
como el granizo
o la muerte
de un condenado,
como sentencia.
Nada hay que borre
el temblor de esta hora
ni el tiempo en su laguna
o arena
ni agujas,
ni rezos.
Hay desazones y heridas
borbotando,
hay frases marinas,
y temporales.
Cada quien tras la hora
tiene su razón.
Y cuando la hora repentina,
irrumpe
hay desazones y heridas,
como sentencias, como religión imborrable
como fe,
diluyendo las luces
para enviarnos
el recuerdo imborrable
de esta hora.
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